En la época de su niñez, para un grupo de estudiantes curiosas, esa casa representaba un reto a la valentía, así pues, un día en que se suspendieron las clases a media mañana una veintena de niñas valientes y aventureras, decidieron emprender la hazaña y enfrentándose a la temida casa para descubrir a los espantos.

Pudieron pasar entre las rejas y llegar al patio, fisgoneando por las ventanas; en el patio trasero descubrieron una pileta abandonada, una piscina de antaño, llena de agua sucia. Las más atrevidas se despojaron de sus vestidos y en ropa interior disfrutaron de un chapuzón.

Todo iba perfecto no encontraron espantos ni descubrieron el misterio de la casa, pero la estaban pasando de lo lindo. Al estar en el patio más escondido, una niña empezó a gritar espantada asegurando haber visto a una bruja. De pronto apareció de la nada una viejita de cabellos largos y alborotados, desdentada y con mil arrugas.