Doña Pascuala, desde los 7 años ya podía tejer servilleta chiva, güipiles pequeños con bordaditos, hasta el momento sigue tejiendo en telar de cintura, y no lo quiere dejar de hacer. Cuenta que antes no habían oportunidades de trabajo, por eso optó por tejer. Cuando tenía 9 años fue a la escuela y solo logró dos años, luego tuvo que retirarse por necesidad de seguir trabajando.

Recuerda que con su hermana María, competían tejiendo; a ver quién terminaba primero su tejido. Se levantaban temprana para hacer la limpieza, hacer las tortillas y preparar el desayuno. Luego se sentaban a tejer.

Hace 26 años que murió su esposo; mientras él vivía se dedicó solo al tejido, no pudo tener un negocio porque no podía salir. Cuando murió su esposo, tuvo la oportunidad de salir, estudió un curso de bisutería; viajaba a la capital, en la zona 1. Aprendió a hacer diversos collares y aretes, estuvo entregando pedidos y vendiendo en varios lugares durante 8 años. Se lamenta que por la pandemia no hay venta, por eso ahora borda güipiles y fajas.

A sus 72 años, esta operada de los ojos y sigue activa como tejedora, bordadora y dedicada a la bisutería.