El médico Celerino Guillén, murió el 30 de Mayo de 1918, cumpliendo su deber profesional tratando de salvar la vida de cientos de coatepecanos atacados por una epidemia de fiebre amarilla. Según recordaban algunos ancianos, Guillén era mexicano y llego al país para ejercer su profesión. Llegó en el preciso momento en que una epidemia se desataba en forma furiosa sobre la población. Junto a él, enfrentaron la enfermedad Gilberto Toledo, propietario de la farmacia La Central y Sautirni Sánchez, quien tenía conocimientos sobre medicina, pues en ese entonces se carecía de médicos y de un hospital o centro de salud.
Según la historia, antes de mayo de 1918, entre los tres formaron un hospitalito, con los escasos recursos que tenían, en la 6a. calle y 1a. avenida de la zona 1, donde atendieron a los afectados por la fiebre amarilla, entre marzo y mayo, antes de la muerte del médico.
La epidemia fue conocida como fiebre de los tres días y se cree que se originó en Kansas, Estados Unidos, siendo transmitida por personas procedentes de ese lugar, ya que en ese entonces el ferrocarril del norte, en México, transportaba migrantes desde la frontera con Estados Unidos a Guatemala. La enfermedad se propagó a lo largo de la vía férrea desde Puerto Barrios, Izabal.

El doctor Eduardo Hernández Soto, en su tesis presentada en 1959, menciona al Dr. Celerino Guillén “…Fue de lamentarse esta vez, la muerte de los abnegados médicos: Dr. Celerino Guillén, en Coatepeque, Dr. J. Antonio Villagrán, en Escuintla y practicante Br. Mariano Villagrán, hermano del anterior, que también sufriera esta enfermedad…”