La Iglesia de Tecpán, erigida por la orden franciscana, tuvo como propósito reunir a la población cakchiquel dispersa e impulsar el proceso de evangelización en uno de los primeros asentamientos ibéricos de la región. Antes del actual templo existió un convento fundado hacia 1572, al cual pertenecían también las poblaciones de Patzún y Patzicía (Arriola, 2004).

A fines del siglo XVII, De Fuentes y Guzmán describió el templo de San Francisco Tecpán como una de las joyas más valiosas de la América española, destacando la calidad de su madera, su piedra labrada y su amplitud. Más tarde, en el siglo XVIII, el arzobispo Pedro Cortés y Larraz elogió su riqueza ornamental, señalando que los indígenas habían contribuido significativamente a su embellecimiento, incluso destinando recursos para dorar el retablo mayor.

El Instituto de Antropología e Historia de Guatemala (IDAEH) se encargó de la restauración del edificio y de las piezas artísticas y religiosas en su interior. Sin embargo, los terremotos de 1773, 1917-1918 y 1976, junto con diversas intervenciones, provocaron la pérdida de elementos originales propios de los templos de los siglos XVI y XVII, como los sellos reales y papales en sus fachadas.

Durante los trabajos de conservación se identificaron fragmentos de pintura mural en las bases, lo que sugiere que la iglesia pudo haber estado decorada con murales en toda su fachada, técnica característica de los templos coloniales empleada como recurso didáctico para la evangelización. Actualmente, solo se conserva parte inferior de una escultura en una hornacina del segundo cuerpo de la fachada, posible vestigio de un antiguo santo.