Además de formar parte importante del sistema de espacios abiertos que componen el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, posee un valor intrínseco no apreciable a simple vista, ya que el espacio que ocupa en la actualidad, ha tenido importantes etapas en el desarrollo histórico urbanista de la ciudad.

Inicialmente el espacio fue ocupado por el Palacio de los Capitanes Generales, en el que se encontraba la Real Audiencia y la Cárcel. Dicho palacio consistía en una arcada, con pilastras, cornisa y pretil de rectángulos equidistantes, al centro tenía un balcón saliente con baranda de hierro, al balcón accedían tres vanos de puerta con enmarcación en arco rebajado con cornisa moldurada y sobre el segundo nivel un remate donde a inicios del siglo XX se le colocó un reloj, tenía un frontón circular con pilastras en lados y volutas, la cubierta de todo el Palacio de los Capitanes era a dos aguas, de artesonado de madera y teja.

Con los terremotos de 1917-18 el edificio se desplomó, transformando el predio en un parque al que se le denominó Parque «Centenario», en homenaje a los 100 primeros años de vida independiente y porque allí, en una de las esquinas, estaba el salón donde los próceres firmaron el acta de emancipación política.

En el parque “Centenario” se vino a modificar el paisaje urbano con elementos propios de la época, como barandales con balaustradas, macetones, una fuente, bancas y jardines.

En 1984 se inició un proyecto de remozamiento del mismo, revitalizando la antigua “Concha Acústica”, los postes de alumbrado y completando las bancas faltantes, sin embargo, el proyecto fue paralizado por tres años, debido a que cuando se iba a construir un sótano para parqueo bajo el mismo, fueron encontraron vestigios arqueológicos del antiguo Palacio.

Adicionalmente a su valor histórico, tiene un valor patrimonial intangible, constituyéndose en un punto de cohesión social de la población, como el conocido «Peladero», lugar ubicado entre las pérgolas al que siempre se daban cita los políticos y personajes del momento para «echarse un lustre» y enterarse de las «bolas» de actualidad relacionadas con la vida diaria del país, mientras se confunden entre lustradores, voceadores de periódicos y las infaltables vendedoras de «chucherías».
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